Discurso de Sarkozy

   El 23 de mayo del presente año, Hermógenes Pérez de Arce citaba en El Mercurio un discurso del nuevo presidente de Francia,  Nicolas Sarkozy.

   Aunque el discurso se enmarca en la política francesa, no hay duda de que todos los países del mundo se ven o están en vías de verse en un problema similar. Dice Sarkozy:

«No me da miedo la palabra ‘moral’, pese a que, desde hace años, acá no se puede hablar de moral. Es una palabra que ha desaparecido del vocabulario político. Se nos ha impuesto el relativismo intelectual y moral. Se ha impuesto la idea de que todo vale, de que no hay ninguna diferencia entre el bien y el mal, entre lo verdadero y lo falso, entre lo bello y lo feo. Han querido hacernos creer que el alumno vale tanto como el maestro, que no hay que poner notas para no traumatizar a los malos estudiantes, que no hay diferencias de valor y de mérito. Han querido hacernos creer que la víctima cuenta menos que el delincuente, y que no puede existir ninguna jerarquía de valores. Han proclamado que todo está permitido, que la autoridad ha terminado, que las buenas maneras se han extinguido, que ya no hay nada que sea grande, nada que sea sagrado, nada admirable, ni tampoco vale ya ninguna norma, ni hay nada que esté prohibido. Recordamos el slogan de mayo del ’68 en las paredes de La Sorbonne: ‘Vivir sin obligaciones y gozar sin límites'».

   ¡Qué lástima que esto también ocurra en Chile!

 (Discurso casi completo en Es la libertad de expresión, idiotas)

Balance Patriótico

   Debía elegir un primer tema para este blog, y he optado por el Balance Patriótico de Vicente Huidobro, un genio de la historia de Chile. Lo he elegido porque expresa de forma impecable las dificultades que tiene nuestro país para salir adelante: dificultades que están presentes en toda latinoamérica.

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   Es un texto que se refiere a la falta de gloria presente en una nación que siempre ha sido  mediocre, que nunca se ha dado la oportunidad de surgir, que siempre ha sido segundón; de un país que nunca se adelanta a las situaciones, sino que las sigue desde lejos con paso cansino.

   Es poco lo que puedo añadir, el texto habla por sí solo:

«Un país que apenas a los cien años de vida esta viejo y carcomido, lleno de tumores y de supuraciones de cáncer como un pueblo que hubiera vivido dos mil años y se hubiera desangrado en heroísmos y conquistas.

Todos los inconvenientes de un pasado glorioso pero sin la gloria. No hay derecho para llegar a la decadencia sin haber tenido apogeo.

{…]

El sesenta por ciento de la raza, sifilítica. El noventa por ciento, heredo-alcohólicos (son datos estadísticos precisos); el resto insulsos y miserables a fuerza de vivir entre la estupidez y las miserias. Sin entusiasmo, sin fe, sin esperanzas. Un pueblo de envidiosos, sordos y pálidos calumniadores, un pueblo que resume todo su anhelo de superación en cortar las alas a los que quieren elevarse y pasar una plancha de lavandera sobre el espíritu de todo aquel que desnivela el medio estrecho y embrutecido.

[…]

¡Pobre país; hermosa rapiña para los fuertes!

Y así vienen, así se dejan caer sobre nosotros; las inmensas riquezas de nuestro suelo son disputadas a pedazos por las casas extranjeras y ellos viendo la indolencia y la imbecilidad troglodita de los pobladores del país, se sienten amos y les tratan como a lacayos, cuando no como a bestias. Ellos fijan los precios de nuestros productos, ellos fijan los precios de nuestra materia prima al salir del país y luego nos fijan otra vez los precios de esa misma materia prima al volver al país elaborada. Y como si esto fuera poco, ellos fijan el valor cotidiano de nuestra moneda.

Vengan los Cuervos. Chile es un gran panizo. A la chuña, señores, corred todos, que todavía quedan migajas sobre la mesa.

¡Es algo que da nauseas!

[…]

Y esos prohombres de la política chilena, esos señores que entregarían el país maniatado por una sonrisa de Lord Curzon y unos billetes de Guggenheim, no se dan cuenta que cada vez que esos hombres les dan la mano, les escupen el rostro.

[…]

Y no es culpa del extranjero que viene a negocios en nuestra tierra. Se compra lo que se vende; en un país en donde se vende conciencias, se compra conciencias. La vergüenza es para el país. El oprobio es para el vendido, no para el comprador.

Frente a la antigua oligarquía chilena, que cometió muchos errores, pero que no se vendía, se levanta hoy una nueva aristocracia de la banca, sin patriotismo, que todo lo cotiza en pesos y para la cual la política vale tanto cuanto sonante pueda sacarse de ella. Ni la una ni la otra de estas dos aristocracias ha producido grandes hombres, pero la primera, la de los apellidos vinosos, no llegó nunca a la impudicia de esta obra de los apellidos bancosos.

[…]

Nuestra Justicia es un absceso putrefacto que empesta el aire y hace la atmósfera irrespirable. Dura o inflexible para los de abajo, blanda y sonriente con los de arriba. Nuestra Justicia está podrida y hay que barrerla en masa. Judas sentado en el tribunal después de la crucificación, acariciando en su bolsillo las treinta monedas de su infamia, mientras interroga a un ladrón de gallinas.

                           […]

Las instituciones, las leyes, acaso no sean malas, pero nunca hemos tenido hombres, nunca hemos tenido un alma, nos ha faltado el Hombre.

                           […]

Un Congreso que era la feria sin pudicia de la imbecilidad. Un Congreso para hacer onces buenas y discursos malos.

[…]

                           Cuando se necesita una política realista y de acción, esos señores siguen nadando sobre las olas de sus verbosidades.Por eso es que toda nuestra insignificancia se resuelve en una sola palabra: Falta de alma.¡Crisis de hombres! ¡Crisis de hombres! ¡Crisis de Hombre! Porque, como dice Guerra Junqueiro, una nación no es una tienda, ni un presupuesto una Biblia. De la mera comunión de vientres no resulta una patria, resulta una piara. Socios no es lo mismo que ciudadanos. Al hablar de Italia decimos:
la Italia del Dante,
la Italia de Garibaldi, no
la Italia de Castagneto, y es que el espíritu cuenta y cuenta por sobre todas las cosas, pues solo el espíritu eleva el nivel de una nación y de sus compatriotas.

[…]

                           Tenemos fama de imperialistas y todo el mundo nos mete el dedo en la boca hasta la campanilla. Nos quitan la Patagonia, la Puna de Atacama, firmamos el Tratado de Ancón, el más idiota de los tratados, y nos llaman imperialistas.Advirtiendo de pasada que hubo un ministro de Chile en Argentina, el ministro Lastarria, que tuvo arreglado el asunto de la Patagonia, dejando a la Argentina como límite sur el río Negro, y este ministro fue retirado de su puesto por antipatriota. Tal ha sido siempre la visión de nuestros gobernantes. Los huasos macucos tan maliciosos y tan diablos y sobre todo tan boquiabiertos.

[…]

                           El país no tiene más confianza en los viejos, no queremos nada con ellos. Entre ellos, el que no se ha vendido, esta esperando que lo compren.

Y no contentos con tener la mano en el bolsillo de la Nación, no han faltado gobernantes que emplearan a costillas del Fisco a más de alguna de sus conquistas amorosas, pagando con dineros del país sus ratos de placer. ¿Y éstos son los que se atreven a hablar de patriotismo? Roban, corrompen las administraciones y, como si esto fuera poco, convierten al Estado en un cabrón de casa pública.»

Texto completo aquí.

    Así que ya saben: señora Bachelet, señores Congresistas, señores jueces ¡VAYANSE PARA LA CASA!